Él quedo petrificado. Aquello primero le paralizó, luego pensó en que seguramente se lo merecía y finalmente, se limpió el ojo donde había ido a parar esa rabia ajena.
Ella, con la mirada vidriosa le miró a los ojos y sintió decepción. Se dio la vuelta para salir por donde había entrado. Si mirar atrás.
Estuvo a punto de girarse pero se contuvo de hacerlo. Espetó: Supongo que esto significa que ya no te respeto y ahora, voy a dejar de quererte. Me merezco un amor mucho más honesto del que tu pudiste ofrecerme. Ya no puedo ni mirarte a la cara.
Él bajo la mirada pero ella no pudo verlo porque estaba de espaldas. Con su mano derecha giro el pomo de la puerta, la abrió y salió por ella sin cerrarla para que él pudiera ver como se marchaba, para siempre, sin mirar atrás.
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