Pasaste por aquí pero no eras la misma persona. Ni yo tampoco. Y es triste. No creo que podamos ser amigos. Todo ha cambiado. Ahora te has convertido en un perfecto desconocido para mi, un extraño. Ya no hay nada que nos una más allá de un recuerdo difuso y en eso nos convertimos los amantes.
Tus cartas las guardo en una caja vacía. Nunca más volveré a escribirte. Nunca más volveremos a ser lo que éramos porque nada ni nadie es inmutable. Y eso es lo rico. El estado de permanente provisionalidad es el imperativo posmodernista. Y estamos metidos de pleno y nos gusta. Nos hace libres.
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